Alejandro I (1801-1825)            atrás a dinastía Romanov

Alejandro I nació en San Petersburgo el 23 de diciembre de 1777 y falleció en Taganrog el 1 de diciembre de 1825). Fue Zar de Rusia desde el 23 de marzo de 1801, Rey de Polonia desde 1815 y el primer Gran Duque de Finlandia.

Alejandro I era hijo de Pablo I y de su segunda esposa la princesa alemana María Fiódorovna, además de nieto de Catalina la Grande.

Aprendió las tradiciones de la autocracia rusa de su gobernador militar - Nikolái Saltykov; mientras su padre le inspiraba su propia pasión por los desfiles militares.

Estas tendencias contradictorias permanecieron en su carácter durante toda de su vida, revelándose en las fluctuaciones de su política e influyendo a través suyo el destino del mundo.

El 23 de marzo de 1801, Alejandro llegaba al trono después el asesinato de su padre. Los conspiradores le permitieron entrar en su círculo, convenciéndolo de que no iban a matar al zar Pablo, sino a forzarlo a abdicar, para que Alejandro tomaría el poder. Debido al resultado adverso, Alejandro le acusaba una gran conciencia y culpabilidad por haberse convertido en emperador por medio del crimen. Esto explica su inclinación progresiva hacia la Iglesia Ortodoxa después de las Guerras Napoleónicas y sus políticas conservadoras desde entonces hasta su fallecimiento.

Desde el primer momento mostró su intención a desarrollar un papel importante en la escena mundial, y puso todo el celo de la juventud en la tarea de realizar sus ideales políticos. Al mismo tiempo que retenía a algunos de los viejos ministros que habían servido al derrocado emperador Pablo I, uno de los primeros actos de su reinado fue el nombramiento del 'Comité Privado', también llamado irónicamente el «Comité du salut public», formado por sus jóvenes y entusiastas amigos (Víctor Kochubéi, Nikolái Novoséltsev, Pável Stróganov y Adam Jerzy Czartoryski), con el objeto de dar forma al esquema de las reformas internas. Más importante aún, el liberal Mijaíll Speranski se convirtió en uno de los más cercanos consejeros del Zar, trazando muchos planes de reforma.

La codificación de las leyes iniciada en 1801 no terminó de llevarse al cabo durante su reinado. Nada se hizo para mejorar la situación con el campesinado ruso. La constitución esbozada por Mikhail Speransky (su consejero principal) y aprobada por el Emperador quedó sin firma. Alejandro, efectivamente, poseyó en gran medida de todas las características tiránicas, como la desconfianza en la capacidad de su pueblo para tener una opinión independiente. Le faltó también el primer requisito para ser un soberano reformista: la confianza en sus súbditos; y fue esto lo que vició las reformas que se llevaron a cabo. Experimentó en las provincias periféricas de su imperio, y los rusos hicieron notar con murmuraciones poco discretas que, no contento con gobernar mediante extranjeros, ahora concedía a Polonia, Finlandia y las provincias bálticas los beneficios que a ellos se les negaban.

Reformas

Pero a pesar de algunos fracasos durante el reinado de Alejandro I en Rusia se llevaron a cabo ciertas reformas, aunque no pudieron sobrevivir a las sospechosas interferencias del autócrata y sus funcionarios. El recientemente creado Consejo de ministros y el Consejo de Estado, bajo el gobierno de un Senado, dotados por primera vez con ciertos poderes teóricos, se convirtieron finalmente en simples instrumentos esclavos del zar y sus favoritos del momento. El elaborado sistema educativo, cuya culminación fue la reconstrucción o la fundación de las universidades de Dorpat, Vilna, Kazán y Járkov, fue estrangulado por el «Orden» y la «Piedad Ortodoxa».

Mientras, las colonias militares que Alejandro había proclamado como una bendición para los soldados y para el Estado, eran forzadamente constituidas por poco dispuestos campesinos y militares con crueldad. Incluso la «Sociedad de la Biblia», a través de la cual el Emperador en su ardor evangélico se había propuesto bendecir a su pueblo, fue conducida bajo las mismas líneas despiadadas de actuación. El arzobispo de la Iglesia Católica y los Ortodoxos fueron forzados a servir en estos comités junto a pastores protestantes y predicadores de las aldeas, teniendo la intención a hacer respetar los textos de los documentos tradicionales de la iglesia, y haciendo recordar que cualquier intento de trasgresión de los mismos era un pecado mortal. Pronto, los comités se convirtieron en los instrumentos indeseados de lo que ellos mismos llamaron «el trabajo del Demonio».

A pesar de presiones tremendas, no pudo derogar la servidumbre en Rusia, una reforma que él mismo favorecía pero tenía miedo de provocar problemas con los nobles. La servidumbre ya era un gran problema durante mucho tiempo, y ha sido el principal obstáculo para que Rusia viviera la Revolución Industrial que se estaba llevando al cabo en el Occidente.

Política europea

Las grandes cuestiones de la política europea atraían mucho más a Alejandro I que los intentos de reformas internas que, en el fondo, herían su orgullo al demostrarle los estrechos límites de su poder absoluto. Ya al día siguiente de su ascenso al trono, había revertido la política de Pablo, denunciando a la «Liga de Neutrales», e hizo la paz con el Reino Unido de la Gran Bretaña (abril de 1801), al mismo tiempo que abría negociaciones con Francisco I. Entabló en Memel una estrecha alianza con Prusia, aunque no por motivos políticos, como se jactaba en decir, sino por su espíritu de auténtica caballerosidad, además de por la amistad que le unía al joven rey Federico Guillermo III y su bella esposa Luisa de Mecklenburgo-Strelitz. El desarrollo de esta alianza fue interrumpido por la breve paz con Francia de octubre de 1801, y durante un tiempo pareció que Rusia y Francia podrían llegar a un entendimiento. Llevado por el entusiasmo de Laharpe, que había vuelto a Rusia desde París, Alejandro empezó a proclamar abiertamente su admiración por las instituciones francesas y por la persona de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, pronto sucedió un cambio. Laharpe, después su nueva visita a París, presentó al Zar sus reflexiones sobre la verdadera naturaleza del consulado vitalicio, del cual decía Alejandro que le levantó la venda de sus ojos y le reveló a un Bonaparte que no era un verdadero patriota, sino sólo «el más famoso tirano que el mundo había producido». Su desilusión fue ya completa después del asesinato del Duque de Enghien. La corte rusa se puso de luto por el último de los Príncipes de Condé, y se cortaron las relaciones diplomáticas con París.

Después del Congreso de Viena, que reordenaba el escenario europeo después del periodo napoleónico, Alejandro I patrocinó la Creación de la Santa Alianza en setiembre de 1815 al aliarse con Austria y Prusia en la defensa del régimen monárquico y antiliberal.

Alejandro contrajo matrimonio con Luisa de Baden (bautizada como Elizaveta Alekséyevna) con quein solamente tuvo dos hijas, que murieron en su niñez.

Misterio sobre su muerte

Alejandro I falleció oficialmente el 1 de diciembre de 1825 en Taganrog; su tumba se halla en San Petersburgo. La muerte del zar siempre estuvo cubierta de sospechas. Supuestamente murió durante un viaje a Crimea, y circuló la leyenda de que había fingido la muerte para retirarse a hacer vida de eremita (bajo el nombre de Fiódor Kuzmich). Su tumba, abierta en 1926, fue encontrada vacía.


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